
Ya está, se han ido. Los cánticos se hicieron carne. ¿Y ahora qué? Muchas veces se pidió la marcha del actual Consejo, pero muy pocas se pensó en lo que debía venir después y en cómo afrontarlo. Ahora el deportivismo se ve repentinamente inmerso en un compromiso de no poco calibre, como a quien sin previo aviso le ponen un examen global para el día siguiente. Siempre fue más fácil destruir que construir, y al Deportivo le toca volver a hacer lo segundo en una situación complicada y merecedora del apoyo de todos los que lo queremos. Es por eso que no entiendo que la dimisión en bloque de Tino Fernández y sus consejeros sea celebrada por algunos como un gol en el último minuto al máximo rival, o como si del séptimo título se tratase. No será mi misión aquí hacer una recopilación de los errores y aciertos del todavía vigente Consejo de Administración, porque para eso ya están otros. Lo único que siento ahora, como deportivista, es preocupación por lo que le pueda pasar a mi club. También miedo de que esta situación se convierta en pan para hoy y hambre para mañana. Esta entidad, centenaria y campeona, no es un juguete. Ahora, y es algo de lo que no parecen haberse dado cuenta los que tanto vitorean el abandono de este Consejo, el Deportivo ha entrado en una fase de su historia en la que cualquier niño malcriado puede opositar a hacer con él lo que le plazca, y a empeorar más si cabe los graves fallos de Fernández.
Tino se irá dentro de unas semanas (lo que se tarde en celebrar la Junta Extraordinaria) así que lo único que pido es que aparezca alguien mejor que él para que arregle sus errores y dé continuidad a sus aciertos. La situación actual del Deportivo es realmente negativa, pero en el fútbol, como en la vida, todo puede ir a peor si no se toman las decisiones adecuadas o si se confían grandes responsabilidades al primero que alce la voz con un mínimo de volumen. Alguien que ame tanto a su club como lo hace un deportivista no puede permitir legar su sentimiento a un cualquiera. Está en juego el futuro del Deportivo, ni más ni menos, y lo peor que le puede ocurrir ahora mismo es la aparición de un gestor irresponsable y de unos feligreses que lo apoyen simplemente por el hecho de querer sustituir al actual, dejando de lado cualquier propuesta de proyecto. Urge buscar lo mejor para nuestro club y obviar filias y fobias.
Como deportivista me invade la preocupación ante lo que está por venir, pero por otro lado sí tengo la esperanza de que esta noticia sea el primer paso para enterrar hachas de guerra. Esto nos incumbe a nosotros, la afición, últimamente más divididos por nuestros intereses particulares que unidos por lo que realmente tenemos todos en común. Que la marcha de este Consejo de Administración sirva por lo menos para poner fin a las innumerables disputas en redes sociales o incluso dentro del propio Riazor. Que todos aquellos que dedican su vida virtual a insultar y menospreciar a los miembros del “otro bando” cambien el chip para entre todos construir la tan necesaria unión que obliga un cambio de rumbo como este. No nos olvidemos jamás de que el Deportivo es nuestro bien común. Nunca debimos utilizarlo para matarnos entre todos los que lo queremos. Ahora pagamos unas consecuencias que urge arreglar si queremos hacerlo grande una vez más. Forza, Dépor. Forza, deportivismo.
